¿Qué hacer en un feriado en Perú? Buena pregunta para la cual me viene a la mente una anécdota que nos sucedió el 29 de julio de 2019
Una noche antes, planeamos junto a mi esposa y mi hermano un pequeño paseo a las Lomas de Lachay, ubicadas en las afueras de Lima, en el kilómetro 105 de la Panamericana Norte. Las Lomas de Lachay son un oasis vegetal.
Estas lomas se ponen verdes en el invierno debido a la presencia de la neblina y la humedad que se acumula en esta área. Esta humedad es fundamental para mantener la vegetación verde y exuberante en un entorno que generalmente es árido y desértico. La niebla que se forma en la costa peruana se extiende hacia el interior y llega a las Lomas de Lachay, proporcionando la humedad necesaria para que las plantas crezcan y florezcan, lo que da como resultado el característico paisaje verde de esta reserva natural. Esta área es conocida por su biodiversidad y es un importante refugio para la flora y fauna en medio del desierto costero del Perú.
Decidimos partir temprano desde Lima para hacer senderismo en las diferentes rutas que ofrece las Lomas de Lachay. Éramos 5 personas: mis dos hijos, mi esposa, mi hermano y yo. Como en muchas otras aventuras que habíamos tenido antes, desayunamos en el camino y tomamos la Panamericana Norte, una autopista donde generalmente conduzco a una velocidad de 100 a 120 kilómetros por hora. Llegamos y tomamos un camino de trocha, aproximadamente a 15 minutos alejado de la autopista, y para sorpresa de todos, el lugar estaba abarrotado. Había tantos vehículos que tuvimos que estacionar a 20 minutos del ingreso al parque nacional, teniendo que caminar.
Pensamos que esto formaba parte de la aventura y decidimos caminar. Entramos al parque y vimos un lugar intensamente verde, lleno de vida, animales e insectos, con un verde claro que me hizo sentir que nunca había estado en un lugar así. Había niebla y mucha humedad. Luego llegamos a un punto donde podíamos elegir qué rutas de senderismo tomar: la más corta de una hora o la más larga de cuatro horas. Decidimos hacer la más corta y la completamos sin problemas. Llevamos provisiones ligeras en una mochila, como jugo y galletas, que todos comimos una vez terminado el recorrido.
Pensamos que nadie estaba cansado, así que decidimos hacer otro recorrido diferente, esta vez de dos horas. Esta vez sí estábamos algo cansados. Tomamos muchas fotos, era un lugar muy romántico, y le di muchos besos y abrazos a mi esposa. Mis hijos adoran a su tío, así que compartieron mucho con él.
Cuando estábamos casi llegando al lugar de origen, alrededor de las 2 de la tarde, había una bajada bastante pronunciada, mojada y lodosa. Bajamos con mucha precaución, y dije en voz alta: "¡Cuidado, no se caigan!" Sin embargo, un segundo después, me caí y me llené de lodo. Fue un momento muy gracioso.
Terminado el recorrido, caminamos hacia el auto que estaba estacionado en el camino de trocha, a 20 minutos de la entrada al parque, como mencioné antes. Mientras caminábamos, todos estábamos pensando en dónde almorzar. Mis hijos querían comer chifa y mi esposa quería pollo, así que estábamos tratando de llegar a un acuerdo.
Cargué a mi hijo, que en ese entonces tenía 8 años y ya estaba muy cansado. Le dije a mi esposa que quizás no deberíamos haber hecho la otra caminata, ya que estábamos exhaustos. Pero ella dijo una frase que la caracteriza: "Es parte de la aventura". Llegamos al auto, y aquí comenzó la verdadera aventura.
La llanta trasera izquierda de mi vehículo estaba pinchada, y expresé mi malestar porque eso retrasaría unos 30 minutos nuestro almuerzo y aún más el de mis hijos, que tenían hambre. Recuerdo que les dije a todos: "Esperen dentro del auto mientras coloco la llanta de repuesto". Abrí la maletera y, oh sorpresa, la llanta de repuesto también estaba pinchada. (Moraleja: nunca viajar sin revisar el estado de la llanta de repuesto).
Mi esposa me dijo que no me preocupara, que tenía una solución. Llamó a la aseguradora del auto, que nos ofrecía un servicio de grúa gratuito y un servicio de inflado de llantas, pero como no sabíamos el estado de la llanta, decidimos solicitar la grúa. Mi esposa hizo la llamada, y después de una discusión sospechosamente larga, llegaron más malas noticias: el servicio de grúa estaba fuera de cobertura debido a que solo cubría Lima Metropolitana, hasta el peaje de Pativilca.
Allí comenzamos a preocuparnos, pero pensé que no había más solución. Eran aproximadamente las 5 de la tarde y pronto oscurecería, así que dije: "Monténse todos, vamos a llevar este vehículo así hasta la Panamericana y sacrificaremos la llanta. En fin de cuentas, iba a oscurecer, y el lugar estaba desolado". Nos montamos y partimos de regreso, destruyendo completamente la llanta y doblando el aro debido al camino de trocha. Pero llegamos a la autopista y estacioné el auto a un lado.
El plan que teníamos, en retrospectiva, era bastante malo: interrogar a los autos que pasaban para ver si alguien tenía un inflador. Y pues, no funcionó, nadie tenía uno. A todas estas, ya eran las 6:30 de la noche y comenzaba a oscurecer. Pensamos que mi hermano podría llevarse a los niños en un autobus y llevarlos a comer, mientras mi esposa y yo pensábamos en qué hacer solos. Pero cuando estábamos a punto de concretar esa idea, recordamos que en el peaje de Pativilca habíamos leído que había un servicio de grúa gratuito al pagar el peaje. Así que desesperadamente buscamos el ticket del peaje para poder llamar y solicitar la grúa.
Eran ya las siete de la noche y la autopista estaba oscura. Conseguimos el ticket y llamamos a la grúa. En cuarenta minutos llegó, pero fue una noticia agridulce: dijo que solo tenía permitido llevarnos a una llantería. Como era feriado, casi todo estaba cerrado, así que no teníamos opción y aceptamos. Montamos el auto en la grúa y recorrimos aproximadamente 10 minutos en la Panamericana Norte de regreso a Lima. Nos dejó en una llantería que estaba cerrada, pero también había una bodega y un policía.
Mi esposa fue con mis hijos a la bodega a comprar algo, y el policía se ofreció a llevar la llanta a un grifo para inflarla (la llanta de repuesto, ya que la original quedó inservible). Saqué la llanta y mi hermano se fue con el policía a llenar la llanta. Todo parecía solucionado. Mi hermano regresó con la llanta llena, y yo esperaba con el auto levantado para colocarla e irnos. Pero los problemas continuaron. Mientras estaba colocando la llanta, escuché un "shiiiiiii". ¡La llanta se estaba desinflando! Grité a mi esposa: "¡Apúrense, la llanta se desinfla!" La coloqué lo más rápido posible y arrancamos.
Nos detuvimos en tres estaciones de servicio para inflar la llanta en cada una de ellas. Y cuando ya teníamos poca esperanza, vimos una llantera cerrada que decía "atención 24 horas" y un número de teléfono. Allí nos detuvimos. Mi esposa tenía un 3% de batería en el celular, pero llamó y el señor dijo que estaba comiendo y que ya venía. Le dijimos que estábamos con niños y esperamos allí como por 20 minutos. El señor llegó, puso un parche en la llanta y la llenó nuevamente.
Finalmente, a las 8:30 de la noche, el problema estaba resuelto. Todos teníamos hambre, así que cuando pasamos por Chancay, entramos al pueblo, estacionamos en la plaza de armas y entramos a una pollería llamada Roys (una imitación de una de las cadenas de pollería más grandes del Perú llamada Rokys). Allí comimos el pollo más rico que jamás habíamos probado en Perú.
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