Barquisimeto era el lugar. Yo era un adolescente de 16 años, cursando el 5to año en la escuela técnica comercial Dr. Ambrosio Perera. En esa época, estaba atravesando la etapa más rebelde de mi adolescencia. Hablaba con un lenguaje soez y tenía hábitos estúpidos, como empezar a fumar. Tenía un examen ese día, de matemáticas. Nunca he sido brillante en matemáticas, pero en general, la educación en Venezuela era, y supongo que sigue siendo, como en toda sudamerica más bien mediocre. Tanto que mis compañeros eran aún peores que yo, por lo general. Me acosté tarde ese día, pero no por mis estudios, sino porque veía televisión hasta tarde y además me costaba mucho dormir en casa de mi abuela, debido a que había un reloj que sonaba cada 15 minutos (menudo invento perturbador). Estudié muy poco para aquel examen, y la verdad no estaba muy bien preparado. Me levanté, desayuné y salí caminando por la carrera 23 y crucé a la derecha por la calle 41. Cuando estaba en la carrera 25, observé en la esquina un hecho impactante. Había ocurrido un accidente. Varios obreros uniformados, con blue jeans y un chaleco naranja fosforescente, cargaban a uno de sus colegas con la pierna derecha partida en dos. El hueso de la tibia se había roto y la astilla había perforado la piel, y la parte inferior de la pierna estaba en una forma antinatural. Me asusté mucho y me quedé de piedra por algunos instantes. Luego no quise ver y apuré mi paso, casi corriendo, hacia la avenida Venezuela para tomar mi transporte y llegar al liceo. Tomé el autobús tratando de pensar en otra cosa, y llegué. Le conté a mis amigos, pero mostraron poco interés en mi historia. Luego, tomé mi examen y, como era lo más natural, me fue muy mal. Después transcurrió el día y llegué a casa de Mi abuela vivía allá porque la casa de mis padres en Las Tunas estaba muy alejada del instituto educativo. En la noche, mi papá llegó del trabajo y le conté lo sucedido, usando el trauma como excusa a mi posible baja nota en el examen.
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