Este 2024 me he propuesto hacer cosas diferentes, como aprender a hacer pan, compartir más actividades con mis hijos y sobrinos y plantar árboles. Para este último caso, estoy tratando de germinar semillas de durazno y ciruela para plantar un árbol. La idea es que con mis hijos y sobrinos plantemos un árbol, lo cuidemos y podamos, dentro de unos 10 años, recoger sus frutos. Pues me puse a investigar y para poder germinar esas semillas se hace un proceso llamado estratificación, que consiste en someter a la semilla durante 25 días en la nevera para que simule el invierno. Luego recién se sacan y se germinan. Puse manos a la obra y coloqué mis semillas de durazno y ciruelo en una servilleta húmeda que coloqué en la nevera por 15 días (se cumplieron ayer). Esperé, no pacientemente porque soy de naturaleza ansiosa, a que se cumpla el plazo para pasar mis semillas al macetero. Pero hoy, cuando fui a ver mis preciadas semillas, no estaban. Mi esposa trajo ayer desde su trabajo una bolsita de queso dambo para la cena y el desayuno. En el lugar donde estaban mis semillas, ahora solo estaba la bolsita de queso dambo y me preocupé mucho. Le dije a mi esposa y resulta que ella pensó que era basura y lo desechó.
Hace tiempo no le hubiese dicho nada, quizás me hubiese molestado sin decirle nada y hubiese quedado allí. Es parte del desarrollo personal, quizás ya que ahora todo lo veo como una bonita anécdota, no pasa nada, puedo volver a buscar otras semillas. Pero esta anécdota es única, y pienso que lo especial de la vida, de una amistad, de un amor, es resguardar esos momentos y recordarlos por siempre. Mi esposa, al decirme que decidió literalmente mandar al tacho mi estratificación, me regaló un momento que perdurará para siempre entre las anécdotas de nuestro amor. Y si la vida la vemos como una colección de anécdotas, haremos una más digna de ser vivida.
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